Escrito en Octubre 2006
El tema radica cuando la mente vuela sin sentido, sin punto de origen ni punto de llegada. Donde más lejos llegue, mientras más pueda huir de ese maloliente e impuro mundo, más tranquila se encontrará y podrá pensar en paz. No hablo de esa paz después de las guerras, sino de aquel silencio después del gran bullicio. Así podré volar, volar y volar. Pero de pronto la mente se vuelve repetitiva, cíclica, casi sin un sentido aparente. Gira en torno de sí como una rueda descontrolada. Y no se puede pensar en nada, simplemente en que todo se repite... todo retorna como dice Nietzsche. Me pongo impaciente, sin una causa en que sustentarme .Todo me irrita, ya no me importa nada. Comienzo a sentir como la saliva inunda, poco a poco, mi boca, como en aquellos bocados del más puro néctar. Y esa punzada me sigue acosando sin sentido, cada vez más profundo, cada vez más dolor. La vela sigue consumiéndose, bajo ese aroma de incienso.
Me vierto en la calle, allí donde radica el silencio, y pienso. Segundo a segundo la calle bulle con todo su esplendor y ese tumultuoso llanto se asota contra mi. Busco mi camino, y parto sin pensar en nada más. Sé que es tarde, que pronto tendré que encontrarme con mi destino, el completo aislamiento en estas tierras, sin ninguna salida, solo recovecos, sin sentido. El frío comienza a azotar en esta noche de verano. La tormenta se aproxima en el horizonte sin permiso, con esa grandeza de las tormentas eléctricas de verano.
Me cuesta tanto terminar esta hoja, se me hace infinito el camino hasta el final de esta página, y lo pienso buscándole una razón de ser pero solo encuentro engaños y sospechas. Nada me sirve para volcar en este maldito papel. Mi mente está tan cerrada, que nunca llegaré por este medio a encontrar la clave maestra.
Quizás, mi querido lector, los puntos aparte me ayuden a conseguir mi meta... pero lo dudo tanto.
Estoy tan aturdido. La clave de toda buena redacción, o de todo buen relato no es tanto el concepto en sí, porque los objetos no son iguales entre sí, y quizás un concepto conocido no sea suficiente para describir a la perfección, o mejor dicho: a la “seudo perfección”.