En una época no muy lejana (no soy tan viejo como para que algunas cosas me parezcan lejanas) la frase “Noches de Bohemia” simbolizaba mi estado con la vida, la manera de afrontarla. La Noche era el refugio, era mi refugio y el de tantos otros que, como yo, la noche, la oscura noche, la solitaria noche, era el mejor reflejo del alma. Fueron, quizás, momentos negros donde no se distinguía bien el sinuoso camino por recorrer; camino aquel que todavía no sé si es el correcto, pero al fin, es un camino.

Bohemia es una palabra que tiene muchísimos significados de los cuales me identifico con poquísimos. Bohemia es más que nada la sustancia; toda noche consiste en algo.

Como un mal hábito, como esos vicios de temprana edad, de esos que son difíciles de deshacerse, vengo arrastrando, en pesada carga, esta frase “Noches de Bohemia” como un distintivo que me pertenece, que me es propio, pero a la vez, remoto, incierto y miserable.

sábado, 22 de abril de 2017

El cine es un arte. Hacer cine es hacer arte. No siempre el arte que se hace tiene que ser entendido, racional. Se cree que el cine tiene que cumplir con esto último porque hemos crecido con un cine comercial, banal; un cine que llegue al entendimiento de todos. Pero el cine es un arte, y no siempre tiene que ser comprensible. A veces, está para ser sentido.

jueves, 14 de abril de 2011

Dijo Eduardo Galeano sobre el Chagas

“No estalla como las bombas ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando. Como el hambre, mata a los callados: los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido. Tragedia que no suena, enfermos que no pagan, enfermedad que no vende…
El mal de Chagas no es negocio que atraiga a la industria farmacéutica, ni es tema que interese a los políticos ni a los periodistas. Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas. Sus víctimas no tienen derechos, ni dinero para comprar los derechos que no tienen. Ni siquiera tienen el derecho de saber de qué mueren...”. (Chagas, una tragedia silenciosa - Médicos Sin Fronteras. Editorial Losada, 2005)

jueves, 7 de abril de 2011

Impresiones sobre la película "La Caza" (1966) de Carlos Saura


Las películas en blanco y negro siempre me han atraído. Existe en ellas una mística que es difícil de explicar. Proporcionan una atmósfera de claros y oscuros que me transportan a un momento de tranquilidad. Las películas en blanco y negro me dan tranquilidad y me incitan a reflexionar sobre ellas luego.

A esta película le sienta muy bien el monocromático. Las sensaciones de agobiante calor en todo momento se traducen a flor de piel en el espectador. En el comienzo de la película, el enfoque casi minucioso, arduo, que se le da al tema de las armas, a las municiones, a los sonidos sordos que conllevan cuando se cargan, da la impresión de que la cosa no va a terminar bien; jugar con armas no lleva a buen puerto: Las armas las carga el diablo y las descarga un boludo ¿No será que andará el diablo merodeando por entre los personajes?

Me pareció que Saura dejó bien en claro como, las reflexiones de la conciencia, mezclada con una atmósfera opresiva de calor agobiante, los rencores del pasado que vuelven en cualquier momento, los sentimientos más profundos que brotan, el alcohol, dan un tónico explosivo con un final que me dejó conforme. No había otro final mejor que ese.

Más Información sobre la película:

jueves, 10 de marzo de 2011

Sus maestros calumnian la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural. Milton Friedman habla de la tasa natural de desempleo.

Eduardo Galeano

Lo que escribió Galeano, en los años setenta, su afán por denunciar lo denunciable: la injusticia como algo natural; sigue vigente en nuestro días, en este siglo XXI, ya que las condiciones sociales en las que Galeano forjó su crítica, son tan actuales como en aquellos años. No he vivido inmerso en otro sistema que no sea éste: El de los pocos que mucho tienen, y los muchos que no tienen nada, pero no creo , como muchos otros creen, que esta ideología impuesta, basada en lo “natural”, sea la que “mejor le quedé al ser humano”

martes, 7 de diciembre de 2010

Tu pasado te condena

El maíz, planta sagrada de los mayas, fue bautizado con diversos nombres en Europa. Los nombres inventaban geografías: lo llamaron grano turco, grano árabe, grano de Egipto o grano de la India. Estos errores no contribuyeron para nada a salvarlo de la desconfianza ni del desprecio. Cuando se supo de dónde venía, no fue bienvenido. Lo destinaron a los cerdos. El maíz rendía más que el trigo y crecía más rápido, aguantaba la sequía y daba buen alimento; pero no era digno de las bocas cristianas.
La papa también fue fruto prohibido en Europa. La condenaba, como al maíz, su origen americano. Para peor, la papa era una raíz criada al fondo de la tierra, donde el infierno tiene sus cuevas. Los médicos sabían que producía lepra y sífilis. En Irlanda, si una mujer embarazada la comía en la noche, en la mañana paría un monstruo. Hasta fines del siglo dieciocho, la papa estaba destinada a los presos, a los locos y a los moribundos. Después, esta raíz maldita salvó del hambre a los europeos. Pero ni así la gente dejó de preguntarse:
—Si la papa y el maíz no son cosa del Diablo, ¿por qué la Biblia no los menciona?

Eduardo Galeano- Espejos

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sobre el día de la Soberanía

Con la historia está sucediendo algo muy parecido a lo que se viene discutiendo en nuestro país con el periodismo. El historiador Luis Alberto Romero ha dicho que este “revival” de la Vuelta de Obligado abreva en un nacionalismo patológico que hace emerger al enano nacionalista que la sociedad argentina tiene muy arraigado. Por ello recuerda que para los historiadores profesionales la nacionalidad es una construcción social y no una esencia.

Eric Hobsbawm observó que la idea de nación reconoce tres etapas conceptuales muy diferentes: la primera ligada a la Revolución Francesa homologa nación con pueblo y tiene un carácter profundamente inclusivo. Todo el pueblo es la nación, el enemigo era la aristocracia. La segunda concepción es la que asociamos con las corrientes de derecha. El nacionalismo en este caso es excluyente. Enfrenta a las naciones, habla de superiores e inferiores, se desliza con facilidad al fascismo. El tercer nacionalismo posible es el que enfrenta a las naciones sometidas con sus metrópolis, es lo que se ha dado en llamar antiimperialismo y resalta los valores nacionales y la soberanía como impulso a la libertad a la autodeterminación de los pueblos. Por eso reivindicar en la historia aquellos momentos en los que se enfrentó a los imperios no es despertar al enano nacionalista sino muy por el contrario recordar que si bien es cierto que la nación no es una esencia, sino que es algo que se construye, está muy claro que esa construcción está jalonada de atrevimientos como el del 1845 y de derrotas que se convierten en victorias. En los días que corren es bueno tenerlo presente.

*Por Sergio Wischñevsky Historiador, UBA.

sábado, 13 de noviembre de 2010

...lo que existe es el terror

Hay una anécdota muy bonita de Julio Cortazar, que retrata muy bien el tema del terror entre las personas. Cuando Cortazar era joven, junto con un grupo de amigos decidieron hacer un experimento. Viajaron al interior y en la noche, en una fogata, junto con un grupo de gauchos, estos jóvenes comenzaron a contar historias. Los amigos contaron historias de la marginación del proletariado, historias de personas como ellos, como los gauchos, de la lucha de clases y todas esas cosas del comunismo. Los paisanos escucharon muy atentos. Cuando le tocó el momento a Cortazar conto este cuento, que se llama “La pata de mono”:

En Inglaterra, un niño que trabajaba día y noche en una fábrica, en una de esas fábricas de la revolución industrial, junto con la explotación y todas esas cosas del capitalismo primitivo. El chico llega a su casa y le dice al padre que había conseguido la pata de mono, que le dice que es mágica, que solo hay que perdile el deseo y la pata lo cumple. Cuando el chico va a trabajar, los padres le piden un deseo a la pata de mono, le piden 1000 libras, ¿no? Apenas terminan de pedir el deseo, golpean la puerta. El padre la abre, y aperece un tipo de la fábrica que le dice que su hijo había muerto en un accidente con unas máquinas, que la empresa le iba a abonar 1000 libras por lo sucedido. El padre, muy triste, le pide a la pata de mono para que regrese a su hijo, y después de pedir el deseo golpean la puerta, y el padre se da cuenta, que si abre la puerta seguro se encontrará con su hijo de regreso, pero todo destrozado, entonces antes de abrir, le pide a la pata de mono que no regrese, que su hijo no regrese. Cuando abre la puerta, del otro lado, no había nada. Ese era el cuento.

Después de este cuento, los paisanos se pasaron toda la noche contando historias de fantasmas, espiritus, y todo aquello.

Julio Cortazar se dio cuenta que entre las personas lo que existe es el terror.

Escrito por J.P.Feinmann

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¿Es la tendencia del neoliberalismo capitalista, en el que todo es mercancía, en donde lo importante es la colonización del sujeto, que en los tiempos que corren tan velozmente se prefiera decir, por ejemplo, "afrodescendiente" a decir "negro", a "trabajadora del sexo" a decir "prostituta", "barrios marginados" a "villa", "persona de bajo recurso" a "pobre",etc?¿Por qué esa suavización del lenguaje cuando estamos viviendo en una sociedad donde cada vez se marginaliza más, se desprecia al otro, se discrimina más, se excluye más?¿Por qué no decimos las cosas por su nombre?¿Por qué nos da tanto pudor nombrarlas? Se llame como se llame, la situación padecida es la misma. El dolor es el mismo. El grado de miseria es el mismo. No existen términos elegantes o políticamente correctos para alguien que tiene que comercializar con su cuerpo, pero aún así... ¿Por qué nos acostumbran a nombrarlo distinto?¿Qué problema conlleva para el poder que nos coloniza las mentes que nosotros llamemos a las cosas más directamente? Siempre hay algo detrás. Dijo Sartre: No nos convertiremos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros.