En una época no muy lejana (no soy tan viejo como para que algunas cosas me parezcan lejanas) la frase “Noches de Bohemia” simbolizaba mi estado con la vida, la manera de afrontarla. La Noche era el refugio, era mi refugio y el de tantos otros que, como yo, la noche, la oscura noche, la solitaria noche, era el mejor reflejo del alma. Fueron, quizás, momentos negros donde no se distinguía bien el sinuoso camino por recorrer; camino aquel que todavía no sé si es el correcto, pero al fin, es un camino.

Bohemia es una palabra que tiene muchísimos significados de los cuales me identifico con poquísimos. Bohemia es más que nada la sustancia; toda noche consiste en algo.

Como un mal hábito, como esos vicios de temprana edad, de esos que son difíciles de deshacerse, vengo arrastrando, en pesada carga, esta frase “Noches de Bohemia” como un distintivo que me pertenece, que me es propio, pero a la vez, remoto, incierto y miserable.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

...que se vayan.

Ciertos personajes minúsculos incitan al quietismo, al más bajo individualismo, típico de su talla. Buscan las soluciones de sus problemas existenciales, que no son vastos, mirando hacia el Norte, esperando todo de ellos. Son personajes interesantes, husmeando siempre entre lo más vil, renunciando siempre a un mea culpa, gastando su saliva en loas de otras culturas que no conocen y que quizás no tolerarían. Gritan a los cuatro vientos que lo mejor es irse del país, sin saber que el país está devastado por culpa de gente como ellos… y yo espero, con impaciencia, que se vayan, que busquen su horizonte lejos y que no rompan más las bolas perjudicando a un pueblo gastado. Tenga cuidado! Estos pérfidos seres andan por doquier esparciendo sus malicias.

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